En 2012, en la localidad de Vallinaoscura en Villaviciosa, Asturias, se puso en marcha el proyecto Paraisu Rural. Se trata de una serie de actividades y encuentros bianuales entre los habitantes del Valle de Boiges y artistas o residentes del medio urbano, que se acercan al entorno rural para ponerlo en valor y adquirir conocimientos, al mismo tiempo que enseñan.

El objetivo principal es servir de puente entre el campo y la ciudad y realizar un intercambio de saberes. Los urbanitas aprenden las labores propias de la tierra y la manera de trabajar de hace cuarenta años, mientras que para los locales se organizan ponencias, talleres y conciertos.

Con los años Paraisu Rural ha ido realizando actividades en distintos puntos del Valle de Boiges, como Valdediós, también en Villaviciosa. Los eventos principales se organizan en una de las aldeas, aunque también se ocupan prados, cuadras y haciendas de las aldeas colindantes.

Maria Gonzalez FernandezMaría González Fernández, una de las organizadoras desde el principio, y actualmente la encargada de llevar la comunicación y ser la cabeza visible de la gestión, afirma que la idea surgió a raíz de intentar “salir del modo de trabajo individual, como artista, y empezar a hacerlo en colectivo”.

En un primer momento, todos los instigadores de la iniciativa eran de Asturias y, en palabras de María González Fernández, se sentían atraídos por la cultura rural de sus abuelos, que creían perdida en la generación de sus padres. “Los componentes somos personas formadas en educación universitaria de diferentes ámbitos: gestorías, económicas, diseño, artes escénicas y hasta abogacía. Queríamos implicar esos dos núcleos, de una manera compartiendo nuestro conocimiento, hablando de nuevas tecnologías, de códigos útiles para ellos y, de otra, acercando al medio rural el arte contemporáneo y cómo este se desarrolla”, afirma María.

Para poder preparar la organización, durante un año, en distintos períodos de tres a cinco días, los interesados acudían a la zona a hablar con sus habitantes. Los locales les hablaban de sus preocupaciones y ellos daban posibles soluciones o planteaban proyectos de futuro que se podían hacer de manera colaborativa.

En el medio rural también “les gusta el teatro y la música, al igual que en las ciudades, e hicimos talleres de litografía a partir de elementos naturales, grabado, cerámica, entre otros. Intentamos buscar la unión con los artesanos de la zona que son el puente que une una cosa con otra y también con los artistas de allí”.

Los impulsores, consiguieron entrar en la cooperativa local del Valle de Boiges, aunque el desarrollo de Paraisu Rural funciona de forma autogestionada, puesto que el colectivo es variable. Y, de hecho, son ellos mismos los que financian esta iniciativa, además de aquellas personas que sienten algún tipo de implicación y, también, gracias a las ponencias realizadas para diferentes instituciones.

Para María González, el hecho de pertenecer a la cooperativa les “permite entender la idiosincrasia del lugar, la cual trasladamos a quienes se incorporan en el proyecto de manera bianual para comprender el contexto en el que se desarrollarán”.

En cuanto a las actividades concretas que se realizan durante esta estancia en el norte del país, en la primera edición se llevaron a cabo talleres de siega, cabruñado, cestería, esquila, estampación xilográfica, expresión corporal, gastronomía local y realización de tambores.

Al igual que el colectivo, estas actividades pueden variar de una edición a otra, algo que la gestora considera sano. En la última edición, por este motivo, se añadieron clases de serigrafía y mindfulness.

Para todo aquel que quiera participar de esta manera de entender el medio rural, la asistencia está abierta tanto para residentes como para aquellas personas ajenas a la región que sientan curiosidad por estas otras formas de hacer.

“Se crean grupos de máximo 12 personas, puesto que se ha de respetar el entorno (barrios o aldeas desde el 5 a 10 casas). Sin embargo, las rutas guiadas y las propuestas de artes escénicas o musicales han congregado hasta 50 personas al día en las diversas ediciones”, comenta María sobre la participación.

Paraisu Rural

Lamentablemente, en 2020 no se ha realizado la edición bianual de Paraisu Rural debido a la covid-19. Desde la gestión, están esperando a que la situación sanitaria se vuelva más estable para poder replantear la idea y quizá desarrollar una extensión del proyecto dedicada a los ciclos formativos de escuelas de artes plásticas y escénicas. Esto es algo con lo que ya se trabajó en la primera y segunda edición junto con la Universidad Nebrija.

Tras 8 años, y cuatro ediciones, consideran que es un buen momento de cambio y en el que ir incluyendo ideas basadas en la experiencia adquirida en los últimos años. “En el entorno existen localizaciones de patrimonio en las que se podría desarrollar proyectos que unificaran también los edificios históricos. Solo que dada la “personalidad” del territorio somos conscientes de la envergadura y necesitaríamos tiempo para poder realizarlo”, comenta María González.

Este tipo de iniciativas deben ser cuidadosas, algo que los gestores de Paraisu Rural han tenido claro desde el minuto uno. No se puede invadir el espacio vital de los pueblos creando complejos turísticos y actividades masificadas. La idea es poder aprender, a la vez que te enseñan, y especialmente conseguir que las actividades artesanas y manuales no mueran en el olvido cuando vayan desapareciendo las generaciones más longevas y experimentadas.  


Información de interés:

Web Paraisu Rural