La definición de teatro de calle se remonta a los orígenes mismos de las artes escénicas: mucho antes de que los espectáculos artísticos se trasladaran a teatros y otros recintos cerrados, el teatro en sí mismo tenía su razón de ser donde se desarrollaba la vida: en las calles, mezclándose así con el trasiego propio de las primeras ciudades.
El teatro de calle, por tanto, podría definirse como una forma de interpretación teatral que se desarrolla en espacios públicos, generalmente al aire libre.
Compagnie Lucamoros con el espectáculo La tortue de Gauguin, en el Festival TEMUDAS de Las Palmas de Gran Canaria.
El espectáculo, al no estar restringido por un local o por el pago de una entrada, se democratiza y alcanza a todas las personas que sean sorprendidas por la actuación en ese momento. El teatro de calle se convierte en una forma de acción cultural que despoja a las ciudades de su papel de meros espacios de tránsito y consumo para convertirlas en lugares donde también el arte puede desarrollarse y ser exhibido.
Breve historia del teatro de calle
Los orígenes del teatro de calle pueden remontarse a épocas tan antiguas como la Antigua Grecia y la Edad Media, donde se sabe que se hacían interpretaciones en lugares concurridos como mercados y plazas. Los datos históricos nos permiten constatar que este tipo de interpretación existía mucho antes de que se inventara el teatro como espacio dedicado a la representación de las artes escénicas.
Posteriormente, en el siglo XVI, en Italia, un tipo de teatro popular conocido como la comedia del arte o Commedia Dell’arte, que tomaba elementos del Renacimiento italiano y el carnaval, recuperó la tradición de interpretar en la calle, donde cualquiera podía disfrutar de sus pintorescas obras improvisadas.
El circo y el carnaval son dos potentes influencias dentro del teatro de calle. Imagen de Conor Samuel, Unsplash.
Más tarde, en los siglos XIX y XX, el teatro de calle fue un medio más para reivindicar derechos en una era de profundos cambios sociales. Durante la Revolución Industrial, los trabajadores creaban obras de teatros de calle como parte de sus protestas por mejores condiciones laborales. A principios del siglo XX, las sufragistas británicas dramatizaban su lucha por el derecho al voto en pequeñas obras durante sus manifestaciones con el objetivo de generar empatía hacia su causa. Este tipo de representaciones también fueron relevantes durante la Revolución Rusa (1917 - 1923), ya que servían como actos de propaganda para una población que en su mayor parte no sabía leer ni escribir.
Ya en los años setenta, el teatro de calle dejó a un lado buena parte de su carácter político para convertirse en lo que conocemos hoy: un espectáculo interdisciplinar inspirado en la comedia del arte que integra elementos del circo, la danza y la música en vivo, y que no duda en incorporar escenografías y temáticas innovadoras, transgresoras y efectistas. Se trata de una disciplina artística que fusiona continuamente tradición con modernidad para seguir cautivando al público.
Fue en los setenta cuando en España surgieron algunas de compañías pioneras en teatro de calle, nacidas sobre todo en Cataluña y bajo la categoría más amplia de “teatro independiente”: La Fura dels Baus, Comediants y La Cubana son solo algunos de los nombres más importantes dentro de esta primera generación.
Muy importante es el caso de La Fura dels Baus, quien junto a Comediants se encargaron de llevar a cabo la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992, un hecho que contribuyó a catapultar a la compañía catalana y al teatro de calle en general a la fama mundial.
Además de las propias compañías, el teatro de calle no podría concebirse actualmente sin la importante función que cumplen los festivales. Algunos festivales de teatro de calle destacados incluyen el Fringe Festival de Edimburgo, el Festival de Aviñón y el Festival Internacional de Teatro y Artes de Calle de Valladolid. Por otro lado, ferias como la Fira de Teatre al Carrer de Tárrega sirven a las compañías para mostrar su trabajo a programadores culturales de todo el país y favorecer las contrataciones.
Un espectáculo de teatro de calle dentro del festival Fringe en Edimburgo.
En muchas ocasiones, el teatro de calle exhibe una espectacularidad que pocas veces pasa desapercibida. En palabras de Pau Llacuña i Ortiáñez, gerente de FiraTárrega y autor de El teatro de calle en las políticas culturales: “En el teatro de calle se hallan englobados muchos conceptos: rito, movimiento, danza, circo, tradiciones, con un sinfín de efectos de luz o juegos pirotécnicos que, con una música envolvente, hacen vibrar al público y -si realmente logra la comunicación- lo traslada a un lugar casi sobrenatural y mágico”.
El teatro de calle, por tanto, posee una capacidad única para hacer llegar las artes escénicas a todas las personas, incluidas aquellas que no van al teatro. Su capacidad para transformar el espacio público en un lugar donde cabe el arte, la creatividad y el espectáculo no deberían ser pasadas por alto por ninguna gestión cultural que desee difundir el valor de la cultura entre toda la población.
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